sábado, 31 de agosto de 2013

[Etiopía - 09] De Addis Abeba a Bahir Dar


 
El sábado madrugamos más de lo habitual porque a las 6'45 nos venía a recoger un coche para iniciar nuestra ruta turística por el Norte de Etiopía. El cambio de hábito no impidió que Teresa fuera la primera en levantarse y preparase el té y el café para el desayuno, como de costumbre.

A la hora prevista, partíamos de Mekanissa. En mi caso, con mucha pena por dejar a los niños durante unos días pero también con la ilusión de vivir un poco más de cerca el país en nuestro periplo por el Norte. Lo temprano de la hora no fue óbice para toparnos con alguno de los inconvenientes habituales del tráfico de Addis Abeba pero, en la medida de la normalidad de la capital etíope, se puede decir que atravesamos la ciudad con cierta fluidez.

El objetivo del día era llegar a Bahir Dar, ciudad que se encuentra 378 Kms al norte de Addis Abeba. Veníamos ya avisados de que las carreteras en Etiopía no responden en ningún sentido al estándar europeo pero, como nos sucedería a lo largo de toda la estancia en el país, la realidad superó con creces cualquier expectativa.

Los primeros kilómetros tras salir de Addis Abeba son un sube-baja constante. En los márgenes de la carretera podemos ver a bastante gente practicando el deporte nacional: el atletismo. Conforme vamos dejando de esquivar a los emuladores de Haile Gebrselassie y Kenenisa Bekele, van apareciendo nuevos grupos de personas y animales - principalmente burros y vacas- a uno y otro lado de una carretera en bastante mal estado. Según nos explicaría el conductor, se trataba de gente que se desplazaba a los mercados del sábado.

Con un promedio paupérrimo para una de las principales arterias interurbanas del país, llegamos a la garganta del Nilo. Si bien una niebla cerradísima impidió la foto turística de rigor (apenas unos metros antes, la policía nos había parado para recordarle a nuestro conductor que pusiera las luces), no tuvimos dificultad alguna para avistar unos cuantos babuinos con el Nilo Azul como telón de fondo.
Babuino con el Nilo Azul al fondo

Atravesando un paisaje sorprendemente verde para lo que yo hubiera esperado llegamos a Debre Markos, donde paramos para comer en el Shebel Hotel. La comida no estaba mal, aunque la limpieza no era precisamente una virtud del lugar. De hecho, un huésped inesperado en la comida de Gebre motivó un cambio de plato que no estaba en el guión. En cualquier caso, teníamos claro que no había mucha más alternativa.

Con el estómago lleno afrontamos la segunda parte del viaje. Un rosario continuo de personas y animales a los que Gebre esquivaba con pericia y un - a mi modesto modo de ver - privilegiado sentido de la anticipación nos acompañó permanentemente hasta Bahir Dar. También vimos algún que otro camión volcado, aunque sinceramente me sorprendió no ver más desgracias teniendo en cuenta lo cerca que se está del atropello en cada momento.

También es justo decir que de vez en cuando el largo trayecto nos obsequiaba con imponentes paisajes que nada tienen que envidiar a nuestros Pirineos por muy seco que nos imagináramos Etiopía desde el salón de nuestra casa en España.



Más de 12 horas después y bastante cansados, un faraónico estadio de fútbol en construcción nos da la bienvenida a Bahir Dar. Por si el viaje en sí no hubiera sido lo suficientemente agotador, aún nos quedaba buscar alojamiento con el componente de regateo que inequívocamente traía consigo. Teníamos referencia de un hotel (Bahir Dar Hotel) de los que las guías califican como "budget", es decir un sitio barato. Aunque Gebre ya nos había advertido de que seguramente no nos encajara, fuimos a inspeccionarlo y en la misma recepción nos dijeron que mejor que allí estaríamos en el "Bahir Dar Hotel 2", que "era nuevo, limpio y con agua caliente".

Obras del flamante nuevo estado de Bahir Dar
Efectivamente el Bahir Dar Hotel 2 cumplía esos requisitos así que tras una breve y no demasiado fructífera negociación a la baja fruto del cansancio de todo el día sobre cuatro ruedas, decidimos alojarnos allí.

Antes de cenar aún hubo tiempo para una situación absurdamente divertida. No tengo muy claro qué le dijimos o qué entendió nuestro guía en una de nuestras conversaciones sobre las alternativas de alojamiento, pero el caso que él se sintió en la obligación de llevarnos a su hotel para que viéramos su habitación así que, de manera previa a la cena, y por si no habíamos tenido suficiente coche, para allá que fuimos. Visita aprobatoria, risas y a cenar, que el estómago comenzaba a bramar.

Sin tener plena conciencia de ello tuvimos nuestro primer encuentro con el Lago Tana mientras cenábamos sopa y huevos en sus diversas variedades en un restaurante bastante coqueto situado a la orilla del lago. Ya con el apetito saciado, le pedimos al camarero que nos hiciera una foto y el hombre, en sus afán de agasajarnos, lanzó una ráfaga de seis fotos logrando que, pese al cansancio, saliéramos cada vez más sonrientes.

Con la juerga de Bahir Dar candente en la zona de nuestro hotel, subimos las escaleras hasta nuestra habitación con la única intención de descansar.

[Escrito entre el 28/09/2013 y el 29/09/2013]

Enlace a la siguiente entrada: [Etiopía - 10] Lago Tana y Bahir Dar

 

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