martes, 26 de enero de 2010

Carmen

Siempre risueña, como Santas, Carmen abría la puerta de su casa en el casco viejo de Huesca. "Ya están allí los borrachos" decía señalando a los jovenzuelos agolpados en el exterior del bar de debajo de su casa mientras nos miraba a D. y a mí. Nosotros no nos dábamos cuenta, pero seguramente sabía perfectamente que minutos más tarde nosotros íbamos a formar parte de esa ruidosa marabunta.

"Yo no digo nada" espetaba entrañable con una sonrisa pícara si le pinchabas un poco y le preguntabas por algún tema candente como la muchacha con la que empezaba a salir D. o las atrevidas barbas de sus nietos.

La recuerdo contándome cómo casi le atraca un joven que se parecía a mí, posando divertida con nosotros una noche de carnaval o diciéndome orgullosa que me había reconocido la voz un día que salí por la radio.

Hace bien pocos meses Carmen me dijo que no le daba miedo vivir sola. "Así no discuto con nadie", me dijo mientras me tocaba cariñosa con su brazo en ese gesto que yo recuerdo como tan suyo.

"¡Pues claro que sé quién eres...!: ¡¡"mi amigo"!!" me respondía tronchándose cuando la memoria no me fallaba y la llamaba por teléfono algún 27 de agosto o le tocaba el timbre si pasaba con tiempo por debajo de su casa.

Este fin de semana, Carmen, la superabuela, se nos ha ido sin avisar. Seguro que, aunque una vez me dijo que "éso del Internet es muy malo", sonríe traviesa desde allá arriba al leer estas líneas.

Descansa en paz, Carmen.

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