miércoles, 30 de abril de 2008

II Carrera por Montaña La Iglesuela del Cid

Podium jamonístico (Foto de Ramón)

El pasado fin de semana nos desplazamos a La Iglesuela del Cid, para disputar la "II Carrera por Montaña Comarca del Maestrazgo".


El desplazamiento

Tras sondear innumerables alternativas, decidimos emprender el camino a La Iglesuela del Cid aprovechando la autovía que une Huesca con Teruel. Justo antes de entrar en Teruel, tomamos un desvío dirección Cedrillas para llegar hasta Cantavieja y finalmente a La Iglesuela del Cid. La autovía está bien (menos cuando llueve, según tengo entendido) y hasta Teruel se llega "en un verbo". De Teruel a Cedrillas la carretera, sin ser una maravilla, está bien, aunque hay que tener cuidado al atravesar algunos pueblos como Fortanete. El paisaje va cambiando según se van salvando los diferentes puertos de montaña, pasando de paisajes cuasi-lunares a bosques de pinos. Hasta la mañana siguiente no sería consciente de la abundancia de aliagas y pinchos de todo tipo.

Sábado tarde: La Iglesuela del Cid

La Iglesuela del Cid huele a jamón. Y no es broma: esa fue la primera sensación al bajar del coche (más tarde descubrimos que habíamos aparcado junto a una de las muchas carnicerías que hay en el lugar).
Tras saludar a la tropa de Asamún y casi sin descargar los bártulos, a por el dorsal. La entrega de dorsales es en una plaza preciosa, junto a la iglesia y la Hospedería. Tras recoger la bolsa del corredor, la reunión técnica y con ella el sorpresón: la carrera pasa de 24 Kms con 1040 m de desnivel positivo a 28 Kms con 1140 (luego salieron unos 1230 m de desnivel positivo). Helado por la noticia y por el gélido ambiente de la sala, reconozco que pensé que igual era mejor entregarme a la fama culinaria de "Casa Amada" y pasar de correr al día siguiente.

Sábado noche: cena y paseo

Recuperando poco a poco la temperatura nos fuimos a cenar unos veinte, repartidos en dos mesas: En una los uniformados y en la otra los no uniformados (jeje). A pesar de que se había advertido previamente de que todo el mundo abogaría por cenar pasta a discreción, no hubo pasta para todos y allí sí que la uniformidad no fue un grado (ya lo siento, Presi, jiji). Después de la cena, un pequeño paseo, a preparar los bártulos para el día siguiente y a intentar dormir no sin antes pensar "¿qué narices hago yo aquí?". Una vez cerrados los ojos, el calor y las campanas de la iglesia (bis incluido cada hora) se encargaron de dificultar el descanso.

Domingo mañana: desayuno

Acostumbrado como estoy a una ciudad en la que la mayoría de los establecimientos hosteleros cierran los domingos, no me sorprendió demasiado que en el hotel nos indicaran que el desayuno comenzaba a las 9 (vamos, a la misma hora de la carrera). Por fortuna, encontramos otro bar que sí que se comprometió a abrir a las siete para que pudiéramos desayunar todos los que íbamos a participar en la carrera.
Después del desayuno, los típicos nervios estomacales y alguna cabezadica.

La carrera

Tras la foto de rigor y el control de dorsales, la salida tuvo lugar con mucha puntualidad. Desde la parte trasera me dio la sensación de que, en general, la salida fue tranquila. Más o menos agrupados, los corredores afrontamos los primeros kilómetros por una pista ascendente en muy buen estado hasta que se tomaba una senda en la que el perfil se empezaba a empinar.

El trayecto hasta el primer avituallamiento se me hace relativamente cómodo. Al menos no fui solo, y eso se agradece. (Por cierto, que también me pasó como un obús un corredor que había llegado tarde a la salida). En el avituallamiento, lo típico (agua, bebida isotónica, fruta...) y lo no tan típico (bocadillos de jamón). Quizás motivado por aroma con el que me recibió la Iglesuela, decido acompañar la bebida con un bocadillo de jamón: queda mucho por delante y hay que dosificarse bien.

Tras unos metros más, descenso por un barranco y más pista hasta el segundo de los avituallamientos. El paisaje se torna más boscoso y desde un puesto de control me recomiendan dosificar por lo que se viene encima. Tras una senda empinadilla (que me recordó, salvando las distancias a la que sube a Guara desde Nocito) llegó la parte de mayor pendiente de la carrera: el ascenso por un cortafuegos. Pese a no ser muy largo, la pendiente era considerable. La bonita panorámica desde arriba, un tercer avituallamiento reparador y otro bocadillo de jamón compensaron el esfuerzo.

Nuevamente descenso: a ratos por pista (cómoda) y a ratos fuera de pista. En uno de estos tramos fuera de pista, las aliagas y pinchos de todo tipo me hacen torcer el gesto y incluso soltar algún improperio al viento (a esas alturas ya iba solo). En la lejanía, se distinguía a la perfección la cruz en lo alto a la que tocaría subir después pero, a estas alturas de la prueba, prefería engañarme y pensar que el recorrido no iría por ahí.

Tras los pinchos, otra pista cómoda y un nuevo avituallamiento. Los ánimos ayudan. "La meta siempre tiene que ser terminar", me espeta uno de los voluntarios mientras me confirma que hay que llegar hasta la cruz y que "sólo son unos 150 metros malos y encima te los han dejado ya bien pisadicos".

Me alegro de haber ido dosificando, porque la subida es tan dura como desagradable (más si cabe teniendo en cuenta que el final del recorrido original era muchísimo más cómodo), aunque también pienso en el sol que hace y en la de gente que debe de estar ya en la ducha a estas alturas. Subo y subo y la cruz sigue lejos, lejísimos (de hecho, llego a pensar que al final van a ser más de 28 Kms). Cuando llego al Km.24, me paro, bebo agua y me felicito por haber llegado hasta ahí, cosa que no había tenido nada clara durante la semana.

Tras varios kilómetros de soledad, en la subida me junto con otro corredor y llegamos a la famosa cruz. Avituallamiento reparador y descenso de dos kilómetros. Complicado, muy complicado. Mucha piedra suelta condimentada con barro en el tramo final. Pienso en lo peligroso que ha tenido que ser para la gente que disputaba los puestos de privilegio.

La llegada, como cualquier llegada. Supongo que a muchos les costará entenderlo pero para mí el mero hecho de terminar la carrera me llena y me resulta emocionante. La presencia en los últimos metros de los amigos y familiares (todos ellos ya duchados) eleva más si cabe el disfrute.

Después de la carrera

Tras la carrera, ducha rápida (ahí sí que se portaron los del hotel) y a recuperar fuerzas. Entrega de premios y comida, a mi modo de ver, impresionante: ensalada y productos a la brasa (longaniza, chorizo, panceta, morcilla, chuletas, costillas, .... mmmm).

Después de comer, despedida y rumbo a Huesca otra vez. Hasta la próxima.

Ps.: Os dejo enlaces a otras crónicas de la carrera. También enlaces a fotografías de la carrera

4 comentarios:

Monrasin dijo...

Enhorabuena Nacho, por haber terminado (yo te vi fresco!) y por la crónica tan emotiva que me ha hecho vivir otra vez todo el fin de semana.
Y esa morcilla....¡¡¡que rica estaba, leches!!!

Nacho Alastruey Benedé dijo...

Monrasin:

Jaja, muchas gracias.

Llegar fresco con el calor que hacía era difícil. Sí que es verdad que me dosifiqué muy bien y podía haber acelerado un poco más pero es que ... ¡¡no había quien corriera entre el Km 22 y el 28!!

Saludos

Jasmonato dijo...

Pero que ven mis ojos!! Otra vez dándole al chiki-chiki?? Aunque veo que no terminaste con un esprint. Te falta motivación?? Voy a empezar a darle yo también al chiki-chiki a ver si me gano un vermut en Arguis en breve.
Un abrazo y enhorabuena!!

Nacho Alastruey Benedé dijo...

Jasmonato:

Más que el chiqui-chiqui yo lo que hice fue un "¿quién maneja mi barca?"

Que lo sepas.