jueves, 16 de noviembre de 2017

Ataque

Julio de 2007. Budapest. Una sesión de un congreso sobre tecnología y unos aragoneses asistiendo a la misma.

La sala, semivacía. Al principio, había más gente pero una soporífera intervención ha hecho que varias personas abandonen la estancia sin rubor alguno.

En aquel tiempo no existía el whatsapp y el móvil lo utilizábamos para hablar así que la única distracción social e incomprensiblemente aceptada era el ordenador portátil. A P., que lo había encendido para tomar notas sobre la ponencia, se le acabó la inquietud científica y abrió su navegador. Los clicks le llevaron a la página donde estaban publicadas las fotos de un evento al que habíamos asistido meses antes. Con cadencia constante y poco entusiasmo aparente, avanzaba por el álbum, cuando apareció la foto.

Con un "madre mía", P. giró la pantalla hacia nosotros y ahí comenzó el calvario. No recuerdo quién comenzó pero la risa empezó a ser una reacción incontrolable. Tratábamos de tragarla, de ahogarla pero era imposible. A pesar de que estábamos en la última fila, en la sala quedábamos cuatro gatos y T., protagonista de también de la foto, intentaba en vano calmar las carcajadas advirtiendo "el ponente va  a pensar que nos estamos riendo de su trabajo". Ni por esas.

Recuerdo perfectamente cómo cada uno intentábamos gestionar nuestros impulsos, ya que salir de la sala requería pasar por delante del estrad y no era una opción. Yo decidí mirar al frente intentando abstraerme de la situación pero, claro, como por el rabillo del ojo percibiera el mínimo movimiento o carraspeo, me volvía a partir la caja. 

Cuando terminó la sesión, abandonamos la sala lo más dignamente que pudimos todavía con los ojos húmedos y esa sensación de agujetas en el estómago generadas al intentar aplacar lo indomable.

Anoche, viendo el vídeo del parlamente andaluz que acompaña a esta entrada, me vino a la mente ese ataque de risa y pensé que muchos de los mejores recuerdos provienen de esas situaciones que uno no puede prever ni controlar.

martes, 14 de noviembre de 2017

Dos detalles para empezar el día

Si exceptuamos los vídeos de hazañas deportivas de mi SD Huesca, soy muy reacio a compartir vídeos por las redes sociales. Como de vez en cuando va bien rasgarse los hábitos, hoy voy a hacer una excepción y os voy a pedir que dediquéis unos minutos a visualizar el siguiente vídeo.



Seguramente contemplar la excepcional destreza del muchacho y dejarse contagiar del ritmo de la música ya haya valido la pena pero permitidme resaltar dos pequeños detalles:

- Minuto 1:40: Al niño le pica la nariz.
- Minuto 1:50: Al niño se le cae una baqueta.

La reacción del pequeño ante ambas situaciones me sugiere empezar el día consciente de que es posible sacar tiempo para "rascar" con naturalidad aquello que nos incordia. Y sobre todo, que - cuando damos todo lo que tenemos- no son los lamentos sino la condescendencia con nuestros errores lo que nos permite recuperar el ritmo y seguir adelante.

Buenos días :-)

  

jueves, 9 de noviembre de 2017

SD Huesca 3 - Real Zaragoza 1. Por fin


Desde siempre me ha gustado llegar al Alcoraz pronto para poder ubicarme tranquilo en mi localidad, observar apaciblemente el calentamiento de todos los deportistas y conversar - con quienes profesan la misma costumbre- sobre la alineación (deducida in-situ mirando al verde), el penúltimo rumor de la semana o vaya usted a saber el qué.

Consciente de que en los últimos tiempos he cogido la mala costumbre de llegar con el tiempo más bien justo, me propuse este lunes acudir al derbi aragonés con la antelación de antaño y tratando - en lo posible- de tener la mente en el ahora "off-line" frente al estrés de la sucedánea realidad "on-line".

Así, pude disfrutar de un buen rato de radio, conversar con cierta calma con quien me fui encontrando y hasta recibir un regalo inesperado en forma de abrazo de Joaquín Sorribas, que tampoco quiso perderse un partido como ése e hizo un alto en el camino en su ruta "hacia las montañas".

Acceder a la grada con tiempo me permitió distinguir a esos socios de toda la vida, que regatean las postreras aglomeraciones de última hora y hacen su particular y meritoria gesta quincenal escalando por las escaleras del Alcoraz. También ver a Fernando Arnedillo con la mirada hacia el césped quién sabe si recordando ese tiempo en que lograr la permanencia en Segunda B era lo máximo a lo que aspirábamos los parroquianos de la época. 

Casi sin tener sensación de espera, comenzó el partido. Aunque a estas alturas, poco puedo aportar a lo que ya se ha escrito, pienso que vimos un excelente partido de fútbol. Que no era "un partido más" para nadie y que ganó el Huesca porque fue mejor y porque tuvo ese punto de motivación que, sin llegar a la ansiedad, te hace salir airoso de todas las disputas con jugadores rivales y hace que hasta los rebotes te favorezcan.

Cuesta destacar a alguien en el sobresaliente Huesca del lunes porque ante todo, una vez más, fue un EQUIPO en mayúsculas. Personalmente, me quedo con el sublime despliegue de Juan Aguilera y con el mérito - que lo tiene - del cuerpo técnico que capitanea Rubi. Sorprendió apostando por el Chimy Ávila y el argentino se lo pagó con una entrega descomunal que, por pura extenuación, le llevó casi a rogar la sustitución (esta vez sin fuerzas para su particular vuelta al ruedo, reclamada a gritos por los jugadores no convocados). Gesto importante el que tuvo también con Juanjo Camacho, haciéndo constar su nombre en las estadísticas de un partido que seguro será muy recordado en un futuro. 

Del Zaragoza me quedo con Zapater, Toquero y Raúl Guti. El ejeano es, dentro y fuera del campo, inmenso en esa nobleza y valor que defiende el lema zaragocista. 

De la grada, muchos detalles: El disfrute del campo lleno. El caos organizado del palco. El  júbilo del primer gol. El sabor a victoria del bocadillo del descanso. El curioso sonido de cristales aporreados en las cabinas periodísticas con el gol zaragocista y su silencio con el zapatazo del Cucho. El de mi compañero de localidad inconscientemente subido a su asiento celebrando el tercer gol, o el de Víctor, que no pudo celebrar ni el segundo ni el tercero por tener a su pequeño dormido sobre su hombro. El de los zaragocistas, con todo perdido, cantando su himno. El del abrazo final y la sorpresa de encontrar en el suelo mis guantes que en algún momento de éxtasis se fueron al carrer para poder - supongo- aplaudir con más fuerza.

Han pasado 48 horas y, como el Chimy Ávila en la foto, sigo volando. Pero también me sigo acordando de dónde venimos. Pensando alegre, por un lado, en esos fieles sin reblar que han pasado frío, penurias y derramas cuando el Huesca deambulaba por la Tercera División y por otro lado moderando la euforia, consciente de que queda todavía mucho por delante y habrá que saber hacer lo difícil, que no es volar sino aterrizar.

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Ps.: Tomo prestada para esta entrada la excelente fotografía que he sacado del Twitter de la SD Huesca. Me encantaría citar al autor de la misma, así que agradeceré si alguien me lo dice.






domingo, 5 de noviembre de 2017

Cada uno en su sitio

Para aquellos que no tenéis acceso al Diario del Altoaragón, os dejo aquí la colaboración que escribí - en relación al derbi aragonés de mañana - en la edición del viernes 3 de noviembre.

Una vez más, agradezco a Miguel Ángel Blasco que se acordara de mí y me cediera un hueco en el Diario

Cada uno en su sitio

Yo todavía era un retaco.  El fútbol era cosa del domingo por la tarde. En el Alcoraz había vallas metálicas y en la explanada de Cocorón se aparcaba en fila india. Mientras esperábamos nuestro turno para arrancar, entrábamos en calor al olor de esa calefacción que olía a mareo de Monrepós y mi padre escrutaba su tino en la quiniela de la jornada.

Hoy el panorama ha cambiado. El llamado fútbol moderno programa partidos en lunes laborables y a nuestro Alcoraz, mucho más coqueto y ya sin vallas, viene de igual a igual ese Real Zaragoza al que casi sólo veíamos en los resúmenes de Estudio Estadio brillantemente locutados por José Antonio Ciria y su “manopla” de Cedrún.

El lunes toca acudir en masa al Alcoraz para empujar sin complejos a este Huesca que, personalmente me encandila por el trabajo y la solidaridad que destila como equipo. Toca respetar al rival y a su hinchada, ignorando – aunque cueste- a los cuatro voceras de uno y otro lado. Toca armarse de un buen bocadillo para hacer más llevadero el descanso y toca, en estos tiempos de tanta inmediatez e interrupción, desconectar el móvil y sencillamente disfrutar del partido con el compañero de localidad, con la pureza del balompié de antaño y la intensidad del fútbol actual. Toca, en definitiva, que los aficionados estemos en nuestro sitio, como confío lo estarán los veintitantos deportistas, jueces incluidos, que nos depararán un derbi aragonés que en ningún caso pondrá a cada uno en su sitio. Sólo el tiempo lo hará.

jueves, 27 de julio de 2017

Battiato

No es de ese día pero no se me ocurre mejor recuerdo del concierto de Battiato que esta foto de @GarciaArantzazu

El primer equipo de música que vi en mi vida fue el de JL en casa de Santas. Por aquel entonces, mi hermano y yo teníamos una cinta de vídeo VHS siempre en guardia para grabar ipso facto aquellas canciones, más bien retazos, que nos gustaban del repertorio que se emitía por televisión. Posteriormente las devorábamos una y otra vez poniendo a prueba los cachitos de hierro y cromo. No es de extrañar, por tanto, que me impresionara la nitidez y limpieza que emanaban esos altavoces en los que sonaba – de manera analógica – Franco Battiato.

Tan embelesado me quedé que no tardó mucho JL en regalarme una cinta de cassette con ese “Nómadas” de ese cantante italiano que a mi padre tanta gracia le hacía cuando lo veía cantar “Yo quiero verte bailar” sentado sobre un taburete en esas grabaciones de la cinta de vídeo catalogada con el número 6 en nuestra videoteca particular.

Eran otros tiempos y el “modus-escuchandi” era bastante diferente al actual: Al mismo reproductor de cassette que utilizábamos para los juegos del Spectrum acoplaba unos auriculares de diadema cuya máxima sofisticación era la espuma naranja que envolvía los dos círculos de plástico unidos por un metal y así devoré una y otra vez la cinta del artista italiano mientras, con un folio pautado como plantilla para evitar los renglones torcidos, escribía - con una letra mucho más decente de la que tengo ahora- un trabajo sobre Félix Lafuente.

Reconozco que le perdí la pista a Battiato, aunque sus letras inverosímiles siempre permanecieron en mi memoria. En algún momento llegué a pensar que las letras en castellano eran traducciones perversamente infieles a las letras originales, pero nada más lejos de la realidad. A fecha de hoy tengo claro que el italiano prefiere “la ensalada a Beethoven y Sinatra”, que aunque nos pongamos perfumes y desodorantes somos arenas movedizas y que él no es el culpable de que exista la imbecilidad (mensaje francamente tranquilizador). 

Battiato con barba
Hará cinco seis años deambulé por la red en busca de información sobre su devenir artístico tras su innegable éxito en la piel de toro. Fue así como supe de su concierto en Bagdad con Battiato mimetizado entre alfombras persas y sobre todo embutido en una barba que, según rezaba la web donde le leí, le debió de traer más de un quebradero de cabeza en algún aeropuerto occidental.

Y, exceptuando algún vídeo de sus actuaciones por España, poco más supe hasta el pasado 15 de julio en el festival Pirineos Sur. Ovacionado nada más bajar de la furgoneta que le condujo desde Formigal al pantano de Lanuza, me impactó sobre manera el respeto que Battiato se ha forjado. Envejecido, a pesar de la coleta en la que recogía su canosa melena, apareció en el escenario bastante antes de lo previsto pues se invirtió el orden previsto en las actuaciones. Enjuto, quejoso del frío pirenaico se sentó, se colocó sus auriculares e hizo el silencio con su interpretación de “L’Ombra della Luce” (“la sombra de la luz”), una de esas canciones en la que su voz se embute entre la música en perfecta armonía fundiendo espacio y tiempo ("no time, no space")

No cantó “Nómadas” ni la solicitadísima “Centro de gravedad”. Prácticamente todo el concierto fue en italiano y el concierto fue breve, pero creo que la mayoría de los espectadores salimos satisfechos del concierto. Y ligeramente emocionados, me atrevería a decir, al son de esos cascabeles del Katakali del “Voglio verte danzare” (“Yo quiero verte danzar”) que en los 90 interpretaba sentado sobre un taburete pero que, en este caso, cantó paseando por el escenario mientras nos sumergía en la antítesis de esas “basuras musicales” que repudia un Battiato, que por si no lo sabíais, obtuvo 70 points (twelve de ellos, from Spain) en el Festival de Eurovisión de 1984.

Battiato en Eurovisión

En definitiva, fue bellísimo perderse en este milagro. ¡¡Gracias Battiato!!


viernes, 16 de junio de 2017

Esta locura del fútbol

"A ver cuándo se te cura esta locura tuya del fútbol" me espeta periódicamente alguien que de la vida sabe muchísimo más que yo. 

"Hasta que Huesca no tenga 500.000 habitantes no podrá triunfar este negocio en Huesca" suele añadir pensando todavía en ese modelo todavía vigente en el fútbol aficionado que durante lustros y lustros ha tenido al Huesca peleando fuera de la burbuja del fútbol profesional. Sí, esa burbuja que, para mal y para bien, prácticamente ha volatilizado el peso de los aficionados en el presupuesto de los equipos profesionales. Para mal, porque en más de una ocasion los espectadores de campo somos maltratados con incomprensibles horarios y para bien, permitiendo que una ciudad de poco más de 50.000 habitantes esté peleando de igual a igual con colosos en habitantes e historia.

Cuesta en ocasiones justificar esta "locura" cuando en torno al fútbol ves proliferar la violencia en todas sus facetas, los amaños, los engaños, y otras tantas facetas como el menosprecio a otros deportes y deportistas, que sinceramente dan ganas de mandar esta afición "al carrer"

Por fortuna, de vez en cuando tengo la suerte de sentir cosas que me reconfortan en mi locura: los valores de Anquela, los dos segundos de incredulidad de mi amigo S. hasta que realmente fue consciente de que Camacho había hecho el empate a 2 o la inocencia del pequeño A., que el miércoles fue por primera vez al Alcoraz y vio sobre el verde a su vecino de rellano. Tanto le emocionó la situación que, ni corto ni perezoso, deslizó una nota bajo la puerta del vecino diciéndole lo muchísimo que le había gustado verle jugar y pidiéndole que se quede en Huesca. Me consta que en las últimas horas no grita en casa para no despertar a su ídolo ya que "tiene que descansar".

Hoy A. se ha encontrado con la persona en la escalera. Ha sido rápidamente identificado como autor de la nota bajo la puerta y, no sin cierto temblor de piernas - según posteriores declaraciones a sus padres- se ha hecho una foto con quien le maravilló en el Alcoraz. 

La ilusión en los ojos de A. me ha evocado el olor a puro de mis primeras tardes en el Alcoraz junto con mi hermano y mi padre y el compendio de todo lo vivido en torno a esta bendita locura. Al fin y al cabo, como dice uno de los protagonistas en "Underground", obra maestra de Emir Kusturica:  "Todos estamos locos. Lo que pasa es que algunos no nos han dado el diagnóstico...todavía"

Mañana vamos a ganar. Y si no... da igual :-)

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[Actualización 17/06/2017]

Me informa un fiel seguidor que el relato obvia la participación de un cooperante necesario. Otro peque, D., también colaboró en la autoría de la nota deslizada bajo la puerta. 


Dejo constancia de su coautoría en esta entrañable historia :-)


jueves, 15 de junio de 2017

Juan Aguilera y diez más



Quienes me conocéis sabéis lo mucho que me apasiona el deporte y la competición. 

Quizás sea por mi pasado viatoriano (cómo olvidar esas ediciones de "el curso más deportista"), pero creo que pocas cosas me producen más fascinación que el deporte de equipo.

Cuando me preguntan si gusta el fútbol, suelo matizar que sí "pero en el campo". Porque en el campo, aparte de sentir el ambiente en primera persona es donde uno puede tener verdadera conciencia de todos los detalles que cada uno de los protagonistas (y son muchos además de los jugadores) aportan al espectáculo. 

Aunque conviene no perder de vista el balón, disfruto enormemente observando los detalles periféricos. Movimientos, gestos, picardías y tretas que pasan desapercibidas al tele-espectador y que me aportan ese plus por el que me encandila el fútbol en primera persona.

Hace algo más de un año, cuando el frío aprieta de verdad en el Alcoraz el Huesca de Anquela coqueteaba peligrosamente con los puestos bajos de la tabla. Con el mercado invernal ya liquidado sorprendía el club anunciando el fichaje de Juan Aguilera.

"30 años. Procedente del Mumbai City FC de la Liga India. Formado en las categorías inferiores del Getafe, pasó por el CD Leganés y el CD Navalcarnero antes de jugar en el fútbol profesional de la mano del Real Murcia, donde jugó entre 2008 y 2012 y con el que consiguió el ascenso a Segunda División. Posteriormente fichó por el FC Platanias de la Superliga de Grecia donde militó entre 2012 y 2015", rezaba la nota de prensa que reconozco acogí con la misma frialdad que en 2008 se anunció la llegada de ese José Végar que tantas veces me levantaría del asiento. 

Si antes decía que el fútbol de verdad es el que se ve en el campo, Juan Aguilera me ha dado argumentos de sobra para reafirmarme. Y es que en el deporte de equipo hay muchos líderes allanando el camino de las estrellas que protagonizan los resúmenes televisivos.

En esta SD Huesca, Juan Aguilera es el líder del fútbol que sólo se ve en el campo. Quizás no encabece la estadística de kilómetros recorridos, pero aparece siempre allí donde el equipo le necesita, ya sea para realizar un quite a un compañero, neutralizar una contra peligrosa, ofrecer un pase fácil o para susurrarle algo al colegiado de turno cuando la cámara no enfoca. 

Humilde, inteligente, solidario y poco dado a florituras es sin duda la viva imagen de los valores que no sin dificultad ha conseguido transmitir Anquela a la SD Huesca. Creo en la justicia del tiempo y siento que este fubolista, que a veces me parece se trajo algún rasgo hindú de Mumbai, merece llegar -ojalá con el Huesca- a lo más alto en este deporte.

Como dice mi compañero de localidad: "Juan Aguilera y diez más".