Una vez más, agradezco a Miguel Ángel Blasco que se acordara de mí y me cediera un hueco en el Diario.
Cada uno en su sitio
Yo todavía era un retaco. El fútbol era cosa del domingo por la tarde.
En el Alcoraz había vallas metálicas y en la explanada de Cocorón se aparcaba
en fila india. Mientras esperábamos nuestro turno para arrancar, entrábamos en
calor al olor de esa calefacción que olía a mareo de Monrepós y mi padre
escrutaba su tino en la quiniela de la jornada.
Hoy el panorama ha cambiado. El
llamado fútbol moderno programa partidos en lunes laborables y a nuestro
Alcoraz, mucho más coqueto y ya sin vallas, viene de igual a igual ese Real Zaragoza al que casi sólo veíamos en los
resúmenes de Estudio Estadio brillantemente locutados por José Antonio Ciria y
su “manopla” de Cedrún.
El lunes toca acudir en masa al
Alcoraz para empujar sin complejos a este Huesca que, personalmente me
encandila por el trabajo y la solidaridad que destila como equipo. Toca
respetar al rival y a su hinchada, ignorando – aunque cueste- a los cuatro
voceras de uno y otro lado. Toca armarse de un buen bocadillo para hacer más
llevadero el descanso y toca, en estos tiempos de tanta inmediatez e
interrupción, desconectar el móvil y sencillamente disfrutar del partido con el
compañero de localidad, con la pureza del balompié de antaño y la intensidad
del fútbol actual. Toca, en definitiva, que los aficionados estemos en nuestro
sitio, como confío lo estarán los veintitantos deportistas, jueces incluidos,
que nos depararán un derbi aragonés que en ningún caso pondrá a cada uno en su
sitio. Sólo el tiempo lo hará.
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