martes, 16 de junio de 2015

Detallazos y casualidades


Siempre he sentido sana envidia por quienes disfrutan de sus mascotas. No me preguntéis la razón, pero soy una de esas personas a las que la mera presencia de un animal le provoca nerviosismo y bastante incomodidad.

Ese canguelo animal se transforma en pánico cuando hablamos de perros, con las consiguientes limitaciones que ello acarrea, sobre todo si te gusta la bicicleta.

Así las cosas, en los últimos años he ido acumulando diferentes anécdotas con los diversos chuqueles que me he ido topando mientras le sacudía al pedal. Del repertorio de mis reacciones podría quedarme con las envidiables puntas de velocidad alcanzadas en algún sprint pero, ya que me he sincerado,  admitiré más de una "paradiña", algún giro de 180 grados con regreso a casa y más de un hilarante alarido contra el cánido en cuestión.

El domingo viví el penúltimo sofoco chuquelístico. Pedalabea yo en compañía de C. por la antigua carretera que va de Nueno a Arguis, cuando avisté tres ágiles monstruitos que cruzaban la calzada. Mientras C. continuaba sin apenas inmutarse, yo ya andaba con un pie a tierra evaluando si los perros en cuestión llevaban collar, iban acompañados (y si tenían la cartilla de vacunación en rigor, que el cerebro en esos casos funciona a toda pastilla). 

Y en ese momento, aparecieron ellos: un chico y una chica que al vernos en la distancia se apresuraron a coger a los perros para no generarnos ningún tipo de duda. Agradecí el detalle a los jóvenes, pensando en lo bonito de ese gesto de respeto por parte de alguien a quien seguramente le será complicado comprender el miedo ajeno pues evidentemente no lo siente en primera persona. 

Horas más tarde, mientras holgazaneaba yo la intención de dejar constancia escrita de ese detalle, recibí en forma de nuevo seguidor en Twitter la señal que me ha motivado a sentarme a escribir. 

Ahora sé que esos tres "monstruitos" eran tres perros labradores retriever, que creo que se llaman Jack, Bimba y Lady, que están en buenísimas manos y que son tan majos como sus dueños. ¡Gracias!


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