viernes, 3 de julio de 2015

La promesa que no cumplí a Joaquín Sorribas (2/3) (texto de Joaquín Sorribas)



Es realmente especial crecer en el corazón del Pirineo. Adquirir esos aprendizajes más básicos en Abella, los que marcarán toda tu vida. Mi pueblo es un recóndito paraíso de 10 habitantes, a 1400 metros de altura, sin conocimiento alguno de la destructiva huella humana, allí impera la tradición.

La infancia se desarrolla de un modo natural , que no normal. No hay pandillas,  ni quedadas en la plaza,  ni fútbol en la cancha, ni secretos a tus amigos. Allí se cazan zorros con un “Jack Terrier”, se trepa a las copas de los arboles buscando sorpresas en los nidos, se monta a caballo, antes casi de poder ensillarlos, se pescan truchas a mano y los partidos de fútbol son en una era: “tú contra mí”. Las mascotas que conozco no son caniches,  peces de colores, ni hamsters. Son búhos reales, rayones, perdices o ardillas. 

Cuando creces con los animales, las únicas normas sociales que aprendes son las leyes que marca la naturaleza, filtradas e interpretadas  por mi hermano mayor y ángel de la guarda, Héctor. Jugábamos y aprendíamos al libre albedrío, salvajes e indomables. Desde los 3 añitos escoltados por un mastín del Pirineo que jamás nos abandonaba.

A los 14 años, llega el primer cambio brusco en mi vida de contrastes,  había que seguir estudiando. Hora de ir al SEMINARIO (Antigua sede del Alto Aragón) a dos horas de Abella. Internado religioso, con horarios estrictos, disciplina férrea, normas sin mucho sentido y poco lugar para la espontaneidad.

Yo fui un  “novato” atípico, sin privilegios pero tutorizado por Héctor, el auténtico  “Che Guevara” de los internos, líder de la rebeldía  contra la disciplina opresora de los curas.
Recuerdo una lucha subliminal e implícita contra los curas, intentando pasar desapercibidos pero buscando constantemente que sangrara la herida. El ingenio de las travesuras contrastaba con la ingenuidad de la edad y nuestra mínima maldad, así que el final era siempre el mismo. Expulsados del internado unos días y castigados sin salir del seminario una semana. El carácter aditivo de los castigos convertía las semanas en meses. Esos ostracismos alimentaban la causa de los internos e iba sumando adeptos a la rebeldía. Ese era el internado del Seminario.

Uno de mis innumerables castigos supuso sacrificar los recreos  para completar  una redacción sobre los 10 mandamientos. Con 14 años mi primer mandamiento  en el seminario y quizás el único era  “descubrir un cuerpo de mujer”. Las casualidades me llevaron a la clase de C.O.U y mi suerte al pupitre de “la musa del Seminario”, la bella L. Los internos la admirábamos desde la sombra, 4 años eran demasiados para capturar su atención.

Creo que es tan peligroso “el que a nada teme” como “el temido por todos”, yo era de los primeros y mi osadía me llevo a profanar sus libros de texto, grafiteé sus portadas con mi admiración, rellené todas sus tapas!!!. Obvio, mis palabras no serían las de un gentelman, ni era el lugar adecuado, así que pronto entraría en cólera y buscaría al responsable. Su gran amigo, consejero y protector era Nacho, se unió a la causa y tan pronto supieron que yo era el causante me dio el primer “tirón de orejas”.

Recuerdo perfectamente ver un tío alto y enfadado, con un tono elevado, postura agresiva, pero los improperios eran elegantes, la mayoría nunca los había escuchado, pero el mensaje era claro,-había sido un “niñato irrespetuoso y debía pagar”- de ahí  la bofetada. Me dejo perplejo e impasible. Raro en un adolescente de “gatillo” rápido y acostumbrado a la pelea, sobre todo con mi hermano, con fatal pronostico para mí. Pero esa vez no, aguante el chaparrón, me puse colorado y me fui con el rabo entre las piernas.

Creí detestar a ese chico de C.O.U, para los internos, los externos eran unos “pijos” y si hablaban como, el tal Nacho, apaga y vámonos!. Por supuesto mi admiración por L. no decreció!!

A parte de las chicas de C.O.U lo mejor del seminario era la liga interna que enfrentaba a todas las clases del Alto Aragón. Yo estaba recién fichado por la SD Huesca juvenil y nuestra clase de 1º del Seminario  reunió una buena camada, la “los cachorros del 78”, mucho futbolero de pueblo lleno de “rasmia”

Supe que adquiriría mi venganza, marqué en el calendario el partido contra C.O.U del seminario!!. Eran un grupo de larguiruchos. Ahí estaba mi futuro amigo Nacho. Su juego se asemejaba al de un ave zancuda con algún detalle tipo  “Ibraimovic”, parecía poco ortodoxo pero tenía sentido del juego.

Cualquier  aficionado al fútbol, conoce sus códigos morales. Recibir un "caño” significa que apuñalen tu honor durante un segundo, así que mis dos caños fueron, para mi alma, suficientes para saldar la deuda de aquella bofetada. Lástima que no estuviera L. para verlo!!.

Me marché del Seminario y tardé unos 10 años en volver a Huesca, atraído por el magnetismo de los colores de mi tierra. Llegaba curtido, menos “asalvajado”,  más “domado” por la presión social de las 8 ciudades que recorrí, intoxicado por el “postureo futbolístico” y con muchas ideas rebotando en mi cabeza tras varias carreras universitarias, vamos, un lío. Solo el olor al arribar  a Abella, ser recibido por los perros y mirar a los ojos a mi familia me devolvía mi esencia, que se empañaría de nuevo al partir. 

¡Mezcla extraña!, ¡Conflicto eterno!; 

“Mi alma salvaje me acercaba a la incomprensión social en las grandes ciudades y mi adaptación social me alejaba de mi esencia”.

Tardé en acercar posturas. Recurriendo a los valores, aunque mis apariencias me seguían traicionando de vez en cuando.
¡¡¡Fue una temporada que estaba ávido de conocer personas diferentes, profundas, de corazón!!!.

Me reencontré con Nacho, desde el principio me impresionó. No era común la forma de apasionarse con su escuadra, de sentir las derrotas cual jugador que yerra y hace perder a su equipo, de acompañar a los azulgranas en sus desplazamientos casi más veces que el propio delegado. De los aficionados de verdad, de los de siempre, desde la época de Pedro Braojos, pasando todas las etapas con el mismo fervor,  aunque con la valentía de mostrar su inconformismo.

 Retomamos el contacto poco a poco. Pronto sería un apoyo especial, de los que siempre están. Cuando la moda te aparta un poco del candelero, cuando las circunstancias te tumban en la lona, los “de verdad” siguen creyendo en ti, siguen aportándote una energía revitalizante con sus buenos deseos y siguen defendiéndote. Pero también era especial porque, como en el Seminario, no tenía reparos en tirarme de nuevo de las orejas.-“te he visto timorato”, “no me ha gustado ese balón que has perdido”, “para mí eres el cuarto mediocentro”, “casi matas a uno”-. Gracias a Dios, las palabras sólo suponen el 5% de la comunicación, son otros factores como la prosodia, el tono o el lenguaje no verbal los que delataban su cariño, sus críticas abrían mis canales emocionales  y dejaban llegar esas palabras casi hasta el alma.

Ya no era "un pijo”, era “un gran tío”.

Empezaba a aflorar la crisis del 2008, nacía la sociedad llamada “de la incertidumbre”, donde las estabilidades se vuelven efímeras o ilusorias, tocaba  prepararse para tolerar y pelear cualquier circunstancia incierta que en un segundo cambiaba todos los planes. No era fácil encontrar personas que miraran más allá de su ombligo o se que comprometieran sin una retribución directa.

Nuestras conversaciones aumentaban y mejoraban. Se atisbaba en Nacho un fondo de armario lleno de buenos valores, sin pelos en la lengua para manifestarlos, con formación en la palabra para adecuarlos y un gran sentido de la justicia para enfrentarlos.
No era común un tipo tan idealista y con tanto sentido de la justicia en un momento tan práctico, donde sólo quedaban fuerzas para remar hasta la orilla. Muchos espíritus como el suyo unidos podrían cambiar el mundo, desafiar la injusticia y crear gestas de esas que paralizan desahucios, obligan a dimitir al presidente del Racing o que paran un cementerio nuclear. 

Mete el hocico en muchos los líos públicos, con elegancia, eso sí.
Y digo líos porque quizás, la verdad social sea una de las grandes desconocidas. Para mí, no existe la verdad absoluta en el ámbito social y menos en una situación concreta, de ahí los grandes malentendidos, “mi verdad contra tu verdad aquí y ahora”. 

El ser humano no copia la realidad en su cabeza, sólo interpreta los estímulos, para sí relevantes, y el resto lo reconstruye. Qué diferente ven una misma “cosa” dos personas distintas. Podrían discutir durante una vida defendiendo como han vivido la misma situación.

Sólo el tiempo es capaz de validar o refutar. Pero hay  atajos, heurísticos cognitivos para no esperar tanto; La trayectoria vital de una persona avala su palabra, su defensa a ultranza y con agresividad muestras falta de argumentos, si eres capaz de respetar, de aceptar de moderar tu tono significa señala una verdad firme.

Por todo esto, creo, que una persona que se atreve a manifestar públicamente “su verdad”,  lo hace con respeto, elegancia, prudencia y sin complejos ante el poder es digno de admiración y de ser considerado, si además sus ideas son compartidas por un gran número de personas, estamos ante un líder. Esa es la madera de Nacho. Una persona comprometida con una valiosa “verdad”.

Siento, que hoy en día, el pueblo llano tiene mucho que decir y para ello se necesitan valientes que no lleven espada, pero que su pluma sea respetuosa y precisa. Admiro a Nacho porque yo soy de lucha directa, de guerra y de combate, pero no soy capaz de minar indirectamente, desde los cauces democráticos y respetuosos. Seguro de que no se conseguía nada, pero ya empiezo a creer gracias a tipos como él y situaciones cotidianas que tiñen los medios de comunicación.

Ojalá ahora que el mundo es global y las redes sociales acercan la palabra cualquier individuo a todos los rincones, tipos como Nacho nos enseñen el poder popular, la fuerza de la unión y la capacidad de crecimiento de la crítica. Se le puede tirar de las orejas a cualquiera, no sólo a mí.

Un gran hombre como Nacho siempre tiene a su lado una gran mujer, I.
Agradecidísimo por su visita a Toledo, me ha sorprendido muchísimo lo bien rodeado que estás amigo. El interior de las personas es capaz de modificar el exterior, una especie de Ley de la atracción, los bien rodeados tienen un gran corazón.

Te deseo todo lo mejor. Un placer haber cruzado tantas veces nuestras vidas.

Joaquín Sorribas Ariño

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