
Empiezo a cansarme ya de quienes se apropian indebidamente del término libertad" y enarbolan su bandera con el fin de solicitar asilo en una sociedad tremendamente sensibilizada con ese término fundamental: libertad.
Así, a veces puede parecer que nuestras libertades no tienen límite y cualquier disparate tiene cabida y justificación en esta filosofía. Especialmente de actualidad está el abuso en el término libertad de expresión, con sangrantes ejemplos muy de actualidad.
A mí siempre ha chocado mucho el tema de los espectáculos deportivos en general y del fútbol en particular. ¿Quién no ha escuchado alguna vez eso de "yo pago y puedo decir lo que me dé la gana?". De esa manera, hemos llegado a asumir como "normal" que en recintos supuestamente deportivos se insulte desde el primer hasta el último minuto a colegiados, auxiliares, jugadores y entrenadores rivales transmitiendo el mensaje de que nuestra libertad de expresión supera cualquier barrera que imponga el mínimo respeto a las personas.
La reacción de Eto'o el pasado sábado en Zaragoza me provocó sentimientos enfrentados. Por un lado no me gustó pues entiendo que , por esa misma regla de tres, son muchas las personas que deberían plantarse y marcharse de un terreno de juego ante las flagrantes humillaciones que sufren. Por otro, pasado el tiempo, me di cuenta que esa reacción podía servir para hacernos reaccionar a todos un poco y darnos cuenta de que las cosas se están desmadrando.
Sin embargo, una semana después debo manifestar que estoy decepcionado.
Decepcionado con la prensa, que ha enfocado el tema como si sólo de una cuestión de racismo se tratara (que también) obviando que tan persona es Eto'o como cualquier juez de un partido de infantiles que es vejado, insultado y en ocasiones amenazado. ¿Hubieran sido tan comprensivos si, en vez de Eto'o, el protagonista del amago de abandono hubiese sido un juez de línea?
Decepcionado también con Eto'o por exacerbar su papel de víctima y personalizar su ira, en unas desafortunadísimas delcaraciones, contra la afición de Zaragoza, olvidándose de tantos deportistas que sufren igualmente ya sea o no por su color de piel. ¿Se irá del campo cuando en Barcelona insulten al árbitro o a un jugador rival? ¿Acaso sólo se insulta en Zaragoza?
Decepcionadísimo con quienes no sólo justifican sino que apoyan esta cultura del insulto y la falta de respeto. Debe quedar claro que los gritos de hace una semana en la Romareda son una vergüenza además de un delito y que si alguien sobraba y sobra en un campo de fútbol, eran aquellos cuya triste visión nos les permite distinguir a las personas debajo de las camisetas rivales.
Libertad, sí, pero para todos y bien entendida.