Parece que el amigo Ulyses nos quiere tomar la delantera y ya ha hecho sus deberes en lo que al intercambio de productos típicos se refiere.
Lo cierto es que uno ve las fotografías y no puede sino asustarse. Y es que debo reconocer que siempre he sentido especial intriga, devoción y fascinación por los adoquines del Pilar.
Intriga, porque nunca me he atrevido a preguntar el uso al que se destina el formato "XXL" del mañico producto. Devoción, por su contundencia y porque es innegable que es un lamín histórico y con solera, que ha perdurado durante lustros en los escaparates de las confiterías y tiendas de recuerdos de la Capital del Ebro.
Y fascinación, sí, por un material que considero no suficientemente estudiado (quizás los refranes que adornan el envoltorio en las versiones académicas del caramelo tengan la culpa). A lo mejor hemos cedido a la moda del cristal templado para proteger nuestras pantallas cuando en el escaparate de al lado disponíamos de un producto de más alta resistencia y con una capacidad adhesiva capaz de generar agujetas en las mandíbulas muscularmente más capacitadas.
Ardo en deseos de que el intercambio de bienes típicos se haga efectivo para poder investigar con todos los sentidos este tesoro azucarado.
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