jueves, 3 de noviembre de 2005

Despreciable

Mi habitación medirá unos tres metros de ancho por cuatro de largo. Considerando una altura de otros tres metros, el volumen de mi habitación es, aproximadamente, 36 metros cúbicos.

Si pensamos ahora en un objeto de unos pocos milímetros de largo y menos aún de ancho y de alto, el ojímetro y la aproximación ojocuberil nos invita a considerar su volumen despreciable frente al de mi habitación, ¿no?

Pues no, amigos y amigas, no. El mosquito que campó a sus anchas por mi habitación durante la pasada noche ha invalidado cualquier tipo de aproximación: entre zumbidos y picotazos en cara y manos se encargó de reivindicar que aunque su volumen pueda ser minúsculo, no era despreciable. Lo realmente despreciable fue él y su comportamiento.

Quién sabe dónde andará hoy el bicho en cuestión. Anoche en sueños pude ver su juicio sumarísimo y posterior eliminación (bendita ilusión momentánea). Espero que hoy no me visite y pueda dormir en paz, pese al shock que me ha supuesto la reaparición de Don Pablo en Cuéntame. Buenas noches.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues seguramente andará haciendo la digestión, visto el atracón que se a metido.

Anónimo dijo...

Yo suelo poner una pastilla de esas que prometen el ezterminio de todo lo que zumbe y lleve alas. Como siempre me entra una especie de ternura ecologista, suelo dejar una ventana abierta como última oportunidad para algún especímen más avispado. Eso si, si el bicho en cuestión es el culpable de que me levante a poner la dichosa pastilla, todo queda cerrado a cal y canto, y hay "levantamiento de cadáver" garantizado al dia siguiente. La venganza en plato frio...

Nacho Alastruey Benedé dijo...

Mmaa!!:

Tenías razón: Fue apagar la luz, girarme un poco y ... vino a saludarme con un zumbido. Eso sí, le debió de gustar el artículo porque esta noche me ha dejado más tranquilo.

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Muma:

Es una auténtica tortura hacer levantar a alguien de la cama a mitad de noche. En una ocasión recuerdo que tenía un gato en celo maullando bajo mi ventana y le arrojé lo primero que encontré a mano: una goma de borrar de marca "Milán"