Tras superar con entusiasmo los hitos cicloturistas de Lagos de Covadonga y la Quebrantahuesos, tocaba empezar a pensar en el tercero de los retos que tenía por delante: el viaje a Etiopía.
Supongo que algunos os sorprenderá que utilice la palabra "reto" cuando estoy hablando de unas vacaciones pero la realidad es que para mí lo era por varios motivos: para un urbanita como yo el hecho de visitar por primera vez un país del Tercer Mundo con todo lo que conlleva abre muchos interrogantes internos del tipo "¿seré capaz?". Al fin y al cabo, lo desconocido siempre infunde miedo y más cuando conoces bien tus limitaciones y manías.
[24/06/2013] La previa: Vacunación
Sea como fuere, el primer escollo que tenía que superar era el de la vacunación. Como si del quinto puerto de la popular marcha cicloturista fuera, acudí apenas pocas horas después de la Quebrantahuesos al servicio de vacunación internacional donde debo decir que recibimos un trato excepcional y cuatro certeras estocadas, que para alguien con tendencia al mareo en este tipo de situaciones, ya está bien:
- Fiebre amarilla
- Hepatitis A (primera dosis)
- Triple Vírica (segunda dosis)
- Poliomielitis (recuerdo)
Aún me propusieron un quinto puyazo (fiebre tifoidea) pero renuncié a él tan pronto supe que esa vacuna tiene versión alternativa por vía oral.
Por si alguien llega a esta página preguntándose si estas vacunas provocan algún tipo de efecto secundario, deciros que en mi caso he pasado una buena temporada con síntomas bastante acusados de fatiga. Eso sí, tened en cuenta que venía de pegarme unas buenas palizas con la bicicleta y que, puestos a culpar a alguien, prefiero culpar a los bichillos que me inocularon antes que a mi velocípedo pedalístico. Sólo faltaba.
Preparativos de material
Los días previos al viaje la cuestión es "¿qué me llevo a Etiopía?". Basándonos en los consejos de unos y otros preparamos una lista bastante extensa que fuimos optimizando conforme familiares, amigos y conocidos nos iban dando material de primera necesidad (antibióticos y otras medicinas, productos sanitarios, zapatos, etc...) hasta el punto de sobrepasar los 112 Kgs de material que podíamos transportar entre cuatro personas.
25/08/2013: El viaje
Actualmente no hay vuelo directo desde España a Etiopía. De las alternativas existentes nos decantamos por viajar desde Barcelona vía Estambul con Turkish Airlines. A toro pasado sólo puedo decir cosas buenas ya que desde el primer momento fuimos tratados de manera muy cordial. En los tiempos que corren me parece muy de agradecer que el personal de cabina te atienda siempre con una sonrisa en la boca. Si además le añades que cuiden detalles como poder ver en una pantalla individual el despegue, aterrizaje y transcurso del vuelo - trayecto Barcelona - Estambul- o disponer de un dispositivo individual con el que matar las más de cinco horas de vuelo viendo películas de entre una variada selección, escuchando música o incluso jugando al ajedrez - trayecto Estambul - Addis Abeba- pues mejor que mejor. Hasta la comida, servida en el trayecto a Estambul por un tripulante vestido de cocinero, me pareció buena.
El viaje, en definitiva, fue bastante plácido y tras una asumible escala en Estambul (dos horas en las que pude comprobar como un operario de limpieza lustraba los asientos del retrete escobilla en mano), ver "El Ultimatum de Bourne" y parte de "Los intocables de Eliot Ness" nos plantamos en Addis Abeba pasada la medianoche hora local (una hora más que en España en horario de verano).
La llegada
Aunque salimos del avión sin pisar el exterior, la primera impresión que me sobrevino fue el olor a África. Unos pasos después, nos encontramos en la zona de visados. Allí una cadena humana formada por tres mujeres y un hombre auxiliados por varias hojas de papel de calco se encargaba de la gestión administrativa de los visados. Tras obtenerlo (se necesita una página libre en el pasaporte y un puñado de dólares) pasamos a la siguiente fase: cambiar dinero.
La oficina de cambio no es más que una caseta prefabricada en medio de una estancia del aeropuerto. Allí tuvimos el primer contacto con el hedor de los birrs, moneda local cuyos billetes consolidarían a lo largo del viaje esa primera sensación de marranada infame.
Una vez enclaustrados los birrs en una bolsa de plástico, pasamos un nuevo control de pasaportes (esta vez con toma de fotografía y digitalización de las huellas) y ya - viendo la espigada figura de Teresa al fondo- afrontamos el control de equipajes. Si ya veníamos con cierta preocupación por la cantidad de medicinas que porteábamos, la imponente visión de un muro formado por maletas abandonadas, perdidas o vaya usted a saber qué, nos terminó de situar en cierta tensión. Afortunadamente, todo fue bien, y el inusitado interés que provocó la cámara de fotos de Al. nos permitió al resto salir más que airosos de la zona de control y poder recibir la calurosa bienvenida de Teresa.
Fotografía de Fortune Mgwili-Sibanda de la zona de equipajes perdidos en el aeropuerto de Addis Abeba (marzo'2013) |
"Bienvenidos a Etiopía"
Teresa nos recibió mochila en mano. En Etiopía, sólo puedes acceder a los aeropuertos si vas a viajar así que para podernos esperar dentro del aeropuerto, Teresa se cargó una mochila a la espalda e explicó al militar de la puerta que se iba a El Cairo. Agradecimos el gesto porque al salir del aeropuerto (ya pasaba holgadamente de la 1 de la madrugada) una de las cosas que más llamaba la atención era la oscuridad, una oscuridad a la que no estamos acostumbrados en Occidente y que no nos abandonaría ninguna noche hasta nuestro regreso.
De camino al minibus, varias ofertas de taxis locales con los que negociar la tarifa. Y es que un extranjero (un farenyi) en Etiopía, como descubriríamos para desesperación mía a lo largo de nuestro periplo por el país, es un dólar con piernas al que hay que pedirle al menos el doble o el triple del precio habitual de las cosas.
En el trayecto hacia casa, oscuridad, casas hechas de hojalata, poca gente y bastantes perros callejeros. Me llamó la atención ver a gente armada por la calle pero sobre todo la ausencia de edificios y también de asfalto en algunas zonas. A botes por la laberíntica Addis Abeba llegamos al centro Don Bosco en el que Teresa entrega su vida por 500 niños.
Tras ser recibidos a gritos por los perros del lugar, Teresa nos ubicó en una de las habitaciones de la casa de los voluntarios y allí caímos derrotados por el cansancio del viaje.
[Escrito el 11/09/2013]
Enlace a la próxima entrada: [Etiopía - 02] Toma de contacto
4 comentarios:
@Anónimo:
Gracias por las sonrisas. Otra de vuelta :-)
Nunca voy a olvidar Etiopía, su increíble gente, su naturaleza... Pero tampoco ese olor tan peculiar y que tú defines a la perfección: "el hedor de los birrs" que impregna el recuerdo mucho más allá de la memoria.
Nunca voy a olvidar Etiopía, su increíble gente, su naturaleza... Pero tampoco ese olor tan peculiar y que tú defines a la perfección: "el hedor de los birrs" que impregna el recuerdo mucho más allá de la memoria.
"...impregna el recuerdo mucho más allá de la memoria ". Me ha encantado tu comentario.
¡¡Muchas gracias por enriquecer esta entrada, G.De la Pola!!
Publicar un comentario