Es viernes. Addis nos regala un sol radiante que aprovecho a primera hora para pasear con los pequeños y que entren en calor. Cuando los pequeños suben a clase, me acerco a la puerta del centro pues tengo curiosidad de ver si Su-Fan, que suele llegar tarde, viene sola o acompañada. Aparece - creo que sola- y, consciente de que no es momento más que para ir corriendo a clase, me ignora completamente. Hoy les toca a ellos, los benjamines, hacer nudos.
En el recreo juego un rato con Emmaguey, a quien le pido explicaciones por un intento de estafa galletística del día anterior (intentó pasar dos veces en dos colas diferentes) pero la mayor parte del tiempo lo paso con Anchinesh y Buzuayezu (Busuaio). Ambas tienen 12 años y una mirada repleta de bondad. Charlotean un poco de inglés y poco a poco, mientras me regalan sonrisas maravillosas, vamos conversando.
Teresa aprovecha la buena meteorología para sacar a los más pequeños a hacer un poco de ejercicio. Plantea unas carreras de relevos que resultan muy divertidas por los típicos malos entendidos que se dan cuando tienes enfrente una tropa de monstruitos. No todo es agradable, pues en las gradas algunos chicos más mayores intentan boicotear los ejercicios tirando piedras con gomas elásticas como armamento.
Después de comer, y mientras Nat le detalla entusiasmado a I. un montón de episodios históricos que ha leído en la biblioteca (nos cuenta que intenta ir todos los días), Alemitú - la mayor de dos hermanas encantadoras- aparece y le regala una pulsera a I. La elaboración de pulseras, preferentemente con los colores de la bandera de Etiopía (rojo, amarillo y verde), es otra de las actividades estrella en el Don Bosco Youth Centre. También las chicas más mayores se afanan horas y horas aguja en mano en tareas de costura para, como cuentan ellas con orgullo, obtener algo de dinero.
No conforme con ese detallazo, Alemitú señaló mi muñeca con el dedo índice y me mostró unos hilos - en este caso rojos y azules- con los que tejería una pulsera de nudos para mí. Comoquiera que necesitaba que yo le sujetara la pulsera para ir tejiendo y que el resto de los niños del patio tenían otras intenciones algo más ajetreadas, Alemitú me pidió que me levantara y de la mano me llevó a un banco en el interior de la sala de juegos, donde durante más de dos horas nudo a nudo tejió la pulsera que me regaló antes de irse a buscar a su hermana Melkam, cogerle de la mano y de camino a casa recoger palos (supongo que para calentarse por la noche) con la mano que le quedaba libre.
Ya por la noche, y tras el preceptivo chaparrón de cada día - hoy más tremendo si cabe- Lorenzo amenizó la sobremesa de la cena a golpe de guitarra. Utilizando un cancionero en el que había jits de todo tipo (desde Dipende, de Jarabe de Palo, a canciones de los Cranberries pasando por grandes éxitos setenteros españoles) y, emborrachados más por el caldero de "camomille tea" que había preparado Teresa que por unos botellines con brandy y limoncello llegados de Italia, disfrutamos de una velada francamente agradable.
[Escrito el 28/09/2013]
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