domingo, 1 de septiembre de 2013

[Etiopía - 10] Lago Tana y Bahir Dar

 A pesar de las aparentes comodidades del hotel, no fue sencillo dormir. El jolgorio de la noche - acallado temporalmente por un chaparrón- unido al run-run de la megafonía de una iglesia cercana desde una hora intempestiva de la madrugada complicó el descanso.

No todo fue negativo porque, A. y Al. nos confirmaron que el Wi-Fi del hotel funcionaba bien y habían podido mandar noticias a España. Tras un desayuno tan bueno lento, nos subimos al todo-terreno con destino al Lago Tana.

Nuestro guía había acordado ya el precio de la barca que alquilamos así que nos subimos a la pequeña embarcación y pusimos rumbo a la península Zege, donde visitaríamos el monasterio Ura Kidane.

En la hora de trayecto de ida tuvimos oportunidad de ver a sacerdotes ortodoxos a bordo de sus barcas de papiro. Teniendo en cuenta las dimensiones del Lago Tana (84 Km de largo y 66 de ancho), impresiona.
Barca de papiro en el Lago Tana
Una vez en la península Zege, y tras contratar al guía local, un pequeño paseo de unos quince minutos por un entorno muy agradable conduce al monasterio Ura Kidane. Ambos lados del camino están salpicados de pequeños tenderetes en los que puedes comprar recuerdos del lugar (pequeñas réplicas de barcas de papiro, pinturas, ...) o tomar café. Basta una mirada a alguno de los productos para que la comerciante de turno te recuerde compulsivamente que te dará un precio muy bueno ("I'll give you a very good price"). En el camino de subida, la otra frase estrella es "Promete" ("Promise") - cuando le dices al niño que luego pensarás si le compras la barca que te ofrece- transformada en "Me lo prometiste" ("you promised") en el regreso. 

El tema del comercio local y, sobre todo de los niños que venden cosas, me ha supuesto un gran dilema moral a lo largo de todo el viaje: por un lado, si piensas en el precio al cambio europeo de las cosas que te ofrecen, te apetece comprarles (más si cabe teniendo en cuenta que la mayoría de las cosas - por ejemplo las barcas de papiro) las elaboran a mano. Pero claro, si lo miras desde un punto de vista más crítico te das cuenta de que la colaboración no es del todo adecuada cuando pagas hasta cinco veces más del precio real que tienen allí las cosas (vamos, que permites que te tomen el pelo). Por lo general, a todos los voluntarios que hemos conocido en Etiopía les molesta mucho este segundo hecho y pelean porque la gente se desarrolle comerciando pero sin necesidad de recurrir a la picaresca.

El trayecto de vuelta en barca incluía visita al nacimiento del Nilo Azul. No llegamos a verlo pero la decepción fue claramente compensada cuando rompiendo las tranquilas aguas del lago asomó su cabeza un imponente hipopótamo al que incluso pudimos llegar a fotografiar. 

De regreso a Bahir Dar, comida a la orilla del Lago Tana, visita - algo decepcionante- al mercado. Allí, una inoportuna pisada en un charco de aceite de motor hizo que A. tuviera que hacer uso de los servicios de uno de los muchísimos limpiabotas que hay por las calles etíopes (no os perdáis la genial entrada del blog de Emanuele Ragni sobre los oficios de la calle).
Con el calzado de A. ya relucientemente lustroso, pequeño paseo por la ciudad culminado en una zona de recreo nuevamente a la vera del Lago y a dormir.

Edificio en construcción enfrente del Hotel Bahir Dar 2
[Escrito el 29/09/2013]    

Enlace a la siguiente entrada: [Etiopía - 11] De las cataratas del Nilo Azul a Lalibela
 

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