viernes, 6 de septiembre de 2013

[Etiopía - 20] Anchinesh y Buzuayezu

Con el regusto del café todavía en la boca tras la comida, me sumerjo en los juegos de los niños. Me cruzo con Genet, que parece milagrosamente recuperada de su enfermedad de ayer y con una sonrisa me lleva al futbolín donde Anchinesh y Buzuayezu juegan a un nivel más que aceptable (y por ende, mejor que el mío, a todas luces inadmisible). Como siempre en estos casos, me ceden uno de los mandos del engendro futbolístico y comenzamos a jugar. No pasa mucho rato hasta que detecto cómo clamorosamente las muchachas relajan sus muñecas y sus defensas comienzan a dejarme balones en bandeja para el lucimiento de mis delanteros así que me paso a la mesa de ping-pong y posteriormente al tablero del cuatro en raya, única disciplina en la que no tendría la sensación de que la contienda estaba más que amañada.

Dejando de lado el tema deportivo, dedico un rato a enseñar juegos malabares a un grupo de chavales. Enseguida lo pillan y pasamos un rato divertido que culmina con Anchinesh y Buzuayezu haciéndome una demostración de piruetas y cabriolas de toda índole aprendidas en una actividad de circo a la que asistieron no hace mucho.

Tras el agotador despliegue físico, Anchinesh y Buzuayezu se hicieron con unos hilos y comenzaron a tejer pulseras, al tiempo que cantaban relajadamente y su sonrisa me trasladaba una paz inconmensurable. Esa paz de unas niñas que no tienen de nada pero tienen todo el tiempo del mundo, frente a un mundo, el nuestro, en el que tenemos de todo menos tiempo.


Buzuayezu terminó su pulsera - ya la llevaba avanzada de antes- pero Anchinesh tenía que marcharse a casa. Mostrándome los generosos agujeros en los bolsillos de su chaqueta, guardó la pulsera en el bolsillo de mi pantalón y con gestos nítidos apoyados por el implacable dedo índice acusador de Genet me pidió que al día siguiente llevara los mismos pantalones para poder continuar con la pulsera.

El chaparrón de turno parecía indicar que el día tocaba a su fin, pero la jornada todavía nos reservaba una sorpresa: Abraham

  [Escrito el 17/11/2013]

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