martes, 3 de septiembre de 2013

[Etiopía - 12] Lalibela

"Me es penoso escribir más sobre estos edificios puesto que no se me va a dar crédito si escribo más... Juro por Dios, en cuyo poder estoy, que todo lo escrito es la verdad y que hay mucho más que lo que yo he escrito pero lo he dejado para que nadie pueda pensar que es falso". Francisco Alvares, religioso portugués del siglo XVI, tras visitar Lalibela

Estas palabras escritas por el religioso portugués del siglo XVI Francisco Alvares tras visitar Lalibela definen a la perfección lo que uno se encuentra en esa modesta ciudad de apenas 20.000 habitantes en el norte de Etiopía. La ciudad de Lalibela debe su nombre al monarca Gebre Mesqel Lalibela (1172-1212), quien tras peregrinar a Jerusalén hizo la promesa de generar una nueva Jerusalén esculpida en piedra al regresar a su tierra. No me cabe la menor duda de que el tesoro arquitectónico de sus iglesias talladas (no construidas) en roca, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, sería considerado una de las Maravillas del Mundo de no estar ubicado en un lugar tan pobre como Etiopía.

Dicho esto, el sobresalto de tener que pagar 50 dólares por persona (el equivalente a casi un millar de panecillos en cualquier panadería de Addis Abeba) demuestra que la iglesia ortodoxa etíope empieza a ser consciente del atractivo turístico del conjunto de iglesias.

El pago de los 50 dólares no nos eximía de contratar los servicios de un guía local y, lo que es peor, no nos libraba de tener que negociar el precio. Una vez más, el guía en cuestión - para más inri con un inglés particularmente ininteligible - pretendía cobrarnos el doble del precio habitual y hasta ahí llegó nuestra paciencia regateadora.

Plantados en los 300 birr que nuestro conductor nos había sugerido, le dijimos al guía local que si no aceptaba, haríamos la visita por nuestra cuenta. Así las cosas, mientras el guía abroncaba al conductor, visitamos - sin enterarnos de nada, por supuesto - el pequeño museo que da la bienvenida a los visitantes. Eso sí, a la salida del mismo esperaba nuestro anciano cicerone como si no hubiera pasado nada, aceptadas nuestras condiciones y sin darnos opción a elegir un guía al que pudiéramos comprender un poco mejor.

Solucionado el tema del guía local, todavía nos quedaba un servicio más por gestionar: Comoquiera que para acceder a las iglesias es preciso descalzarse, te encasquetan un "guardazapatos" (shoe-keeper o shoe-bearer) que te acompaña a lo largo de todo el recorrido, te guarda el calzado para evitar desapariciones y se desvive por ti hasta extremos a veces incómodos (como, por ejemplo, cuando te ayuda a desanudarte los cordones) con el fin de obtener una buena propina al final del día.

Acompañados ya de guía local y guardazapatos, nos adentramos ya en el primero de los tres grupos de iglesias de Lalibela (dos grupos de cinco iglesias, más la aislada Bet Giorgis). Impresiona comprobar cómo todas las iglesias de cada grupo están interconectadas por un laberinto de túneles, trincheras y desfiladeros, al tiempo que están provistas de canalizaciones de drenado de agua, murallas y fosos.

Los dos principales grupos de iglesias están separados por un barranco al que llaman río Jordán. El grupo noroeste de iglesias representa la Jerusalén terrenal y el grupo sudeste la Jerusalén celestial. Aislada queda la iglesia de San Jorge (Bet Giorgis), la más emblemática de todas.

Iglesia del Gólgota
Iglesia de San Emmanuel

Por lo que a nosotros respecta, visitamos el primer grupo de iglesias más la iglesia de San Jorge por la mañana. Después de comer, pudimos ver el grupo sudeste y sentir el vértigo del cortado (por supuesto, sin protección) que rodea la iglesia Bet Gabriel-Rafael. Cierto es que se puede ver todo en un día pero también es verdad que la entrada es válida durante tres días con lo que también se puede plantear una visita más pausada sin tanto quita-y-pon calzadístico.

   
No me voy a detener en los muchos detalles históricos y arquitectónicos acerca de las iglesias porque hay información mucho más precisa que la que yo pueda proporcionar. Sí que recomiendo a quien tenga previsto viajar a Lalibela una lectura previa de alguna guía para poder saborear y comprender mejor toda la espiritualidad que encierra esa auténtica maravilla esculpida por el hombre (bueno, en el caso de Bet Abba Líbanos parece ser que con la ayuda de una productiva cuadrilla de ángeles).
  
Iglesia de San Jorge
A pesar de que todas las guías de viaje hacen mención explícita a este molesto incordio, nosotros no tuvimos problemas con las pulgas. No obstante creo que es aconsejable ir provisto de algún producto preventivo porque, aunque empieza a verse algún aspirador - fatalmente camuflado, por cierto- las condiciones del interior de las iglesias son propicias para que el sancta-sanctorum de las iglesias cobije algo más que la cruz y la réplica del arca de la alianza.

Pagada la propina al guardazapatos ante la descaradísima mirada de nuestro guía local, dimos por finalizada la visita a las iglesias y nos fuimos a dar un paseo por la ciudad. Pasear por Lalibela con tranquilidad no es tarea fácil para un extranjero, ya que los niños del lugar te rodean cansina e insistentemente con diversas cantinelas con el único fin de sacarte el dinero o algún obsequio.

Invitados por nuestro conductor, participamos en la ceremonia del café y fuimos a cenar antes de lo habitual aceptando su oferta de llevarnos al anochecer a un bar con música tradicional etíope. El local en cuestión, Askalech Tej House, era un bar restaurante en el que unos músicos amenizaban la velada cantando - luego supimos que letras tan ocurrentes como improvisadas- al tiempo que unos bailarines nos iban invitando uno por uno a demostrar nuestra destreza en el arte del movimiento de hombros.

La música, el ánimo que infunde la bebida típica del lugar - vino endulzado por miel local llamado  tej (pronunciado "tech")-, el acogedor ambiente del local, el hipnotizante movimiento de los bailarines y las sonrisas de los parroquianos nos hicieron pasar un rato bien divertido hasta el momento ese momento en que el cansancio dije "basta" y pusimos rumbo a la piltra.




[Escrito los días 12/10/2013, 26/10/2013 y 27/10/2013] 

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