Amanecimos un poco antes de lo habitual ya que decidimos sumarnos al ayuno por Siria que iba a hacer la Comunidad Salesiana del centro. A las 6'45 participamos en la Eucaristía de la Comunidad y después entre todos los voluntarios preparamos un ágape para un bautizo que iba a tener lugar en la iglesia de al lado de la casa. Preparar bocadillos de crema de chocolate, tapas con aceitunas y similares no es lo más apetecible cuando has elegido ayunar pero estando todos juntos y con buen humor se nos hizo bastante llevadero.
Mientras algunos voluntarios iban al bautizo, otros nos quedamos jugando con los niños. Era sábado, día de ducha y de teatro, y yo tenía mucha curiosidad por ver cómo se desarrollaban ambas actividades.
Teniendo en cuenta que el día era bastante fresco y que los niños se duchan con agua fría, Teresa decidió que sólo pasaran por la ducha los más mayores así que nos fuimos al teatro.
Con la sala abarrotada y esa impaciencia nerviosa en el público que me recordó los tiempos del "que empiece ya" en el Colegio San Viator el día del patrón, comenzó la obra. Donato aparcó por unos minutos la vela disciplinaria a cambio de un cameo en la obra que provocó del júbilo de la concurrencia. Una pequeña actuación del grupo de baile que habíamos visto ensayar días antes fue el epílogo de la sesión tras la que el patio recuperó su actividad habitual. Bueno, o no habitual, ya que el enfrentamiento futbolístico que tendría lugar por la tarde entre Etiopía y la República Centroafricana alteró el generalmente tranquilo pulso de la sociedad etíope y más de un niño aprovechó la sobremesa para pintarse la cara con los tres colores de la bandera etíope. Entre las usuarias del improvisado estudio de pintura corporal ubicado en el lavadero que financió la genial ONG oscense Amigo Invisible, Anchinesh. Eso sí, a Anchinesh le duró la tricolor en las mejillas el tiempo que tardó en enseñársela toda risueña a I. , pensar que a Donato no le gustaría ese maquillaje y correr hacia la fuente para adecentarse y seguir sonriendo.
Bosco Children
Después de degustar el menú de ayuno basado en té e inyera, Teresa nos acompañó caminando hasta las instalaciones de otro proyecto de cooperación de los Salesianos en Addis Abeba: Bosco Children. Es un proyecto que da una segunda oportunidad a niños que son recogidos en la calle. La principal diferencia con el proyecto del centro juvenil donde trabaja Teresa es que en Bosco Children los jóvenes duermen también en el centro. Las instalaciones son enormes y disponen de pabellones en los que se imparte formación profesional. En consonancia con el esfuerzo del proyecto, a los jóvenes se les exige el cumplimiento de las normas del centro con rigidez. No aparecer a la hora indicada una noche implica perder el derecho a esa segunda oportunidad que les brinda el proyecto para salir adelante sin tener que vivir en la calle.
Regresamos al centro Don Bosco. Anchinesh y Buzuayezu se afanan hilos en mano para vestir la muñeca de I. como hicieron con la mía. I. Sujeta los manojos de hilos mientras las dos jóvenes sonríen, cantan, tejen y observan. Repentinamente Anchinesh interrumpe su tarea y sale corriendo hacia la fuente. Cuando vuelve, le dice algo a su amiga que repite la ruta de ida y vuelta. ¿La razón? Tan simple como haberse ido a lavar las uñas para llevarlas igual que I.
Terminadas las pulseras, Anchinesh solicitó mi atención con su habitual precisión mono-palabra: "Walk" (pasear). Cuando se aseguró de que estuviéramos suficientemente separados de la marabunta del patio, metió la mano en su bolsillo y sacó una pequeña bolita. "Mástica" , pronunció mientras disimuladamente posaba la bolita en la palma de mi mano.
Comerme ese chicle es una de las últimas cosas que los escrúpulos y prejuicios con los que aterricé en Etiopía a finales de agosto me hubieran permitido. Sin embargo, lo disfruté como un auténtico manjar. Y es que realmente es un lujo que esa jovenzuela hubiera invertido las pocas monedas de las que dispondría en comprar un chicle para mí, única y exclusivamente porque el día anterior sonreí cuando las vi mascando su "mástica".
Suena el silbato. Acompañamos a los niños hasta la puerta y, no sin cierto esfuerzo, conseguimos arrancarle unos besos a las más chiquitinas. En el caso de alguna de ellas, como Su-Fan, sin saberlo fue un beso de despedida ya que al día siguiente - domingo- no les llevaron al centro.
Ya en casa, Luca sintoniza el trascendental partido de la selección de Etiopía. La calidad, tanto de la retransmisión como del partido en sí, es pésima pero empatizamos de pleno con la causa local y no dejamos pasar la oportunidad de festejar la remontada etíope, que una vez confirmada llenará las calles de ruidoso júbilo.
Terminadas las pulseras, Anchinesh solicitó mi atención con su habitual precisión mono-palabra: "Walk" (pasear). Cuando se aseguró de que estuviéramos suficientemente separados de la marabunta del patio, metió la mano en su bolsillo y sacó una pequeña bolita. "Mástica" , pronunció mientras disimuladamente posaba la bolita en la palma de mi mano.
Comerme ese chicle es una de las últimas cosas que los escrúpulos y prejuicios con los que aterricé en Etiopía a finales de agosto me hubieran permitido. Sin embargo, lo disfruté como un auténtico manjar. Y es que realmente es un lujo que esa jovenzuela hubiera invertido las pocas monedas de las que dispondría en comprar un chicle para mí, única y exclusivamente porque el día anterior sonreí cuando las vi mascando su "mástica".
Suena el silbato. Acompañamos a los niños hasta la puerta y, no sin cierto esfuerzo, conseguimos arrancarle unos besos a las más chiquitinas. En el caso de alguna de ellas, como Su-Fan, sin saberlo fue un beso de despedida ya que al día siguiente - domingo- no les llevaron al centro.
Ya en casa, Luca sintoniza el trascendental partido de la selección de Etiopía. La calidad, tanto de la retransmisión como del partido en sí, es pésima pero empatizamos de pleno con la causa local y no dejamos pasar la oportunidad de festejar la remontada etíope, que una vez confirmada llenará las calles de ruidoso júbilo.
El remate al intenso día era la ceremonia de renovación de los votos de Aaron, un novicio de la Comunidad salesiana de Mekanissa. Fue una ceremonia sencilla y muy entrañable que culminó con una cena a base de pizza, salami y salchichas que a nosotros nos pareció tan espléndida como fueron las palabras que pronunció Aaron en los postres. Aunque el ayuno por Siria era sólo hasta la tarde, Teresa la italiana decidió alargarlo hasta el final del día y nos acompañó en la mesa sin comer nada y aguantando alguna que otra broma de sus compatriotas.
Todavía estiramos un poco más la jornada con un rato de charla en casa antes de irnos a dormir (en mi caso helado de frío, por cierto). Y es que, en mi estancia en Addis Abeba me di cuenta de que el tiempo cunde mucho más cuando lo dedicas a las personas en vez de a las muchas distracciones que tenemos en nuestro veloz primer mundo.
Enlace a la siguiente entrada: [Etiopía - 24] Despedida
4 comentarios:
Felicidades por la publicación, me ha hecho recordar algunos grandes momentos :)
Al.
Por cierto...el enlace a
[Etiopía - 24] Despedida del final de la entrada 23 no funciona.
@Al
Gracias por el apunte.
Me temo que no será el único gazapo. Iré corrigiendo conforme me aviséis porque ha llegado un momento en que por más veces que releo no veo un pimiento.
Me alegra que te haya traído buenos recuedos. Seguro que alguno ha quedado en el tintero. Si te animas a contarlo, ya sabes ;-)
Un abrazo
Esta historia del chicle no la conocía:-) , pero...era nuevo? Al principio me ha parecido que te había dado uno reciclado, y que habías roto las barreras mentales que nos decía Gebre.
Me ha encantado leerlo, ha merecido la pena la espera:-)
Hasta la prox.
A.
Amiga A:
El chicle era nuevo, sí, pero de brillante y apetitoso tenía poco.
De hecho, sé de alguien que, minutos después, rechazó un segundo ejemplar.
:-D
¡Un abrazo!
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