Llegamos
a Mekanissa al mediodía. Con apenas tiempo para dejar el equipaje en la
habitación y saludar a las nuevas voluntarias austríacas- prácticamente
recién aterrizadas- acudimos al reclamo que en forma de soniquete de
campanilla indicaba la hora de comer.
Después
de comer, el esperadísimo reencuentro con los pequeños y su enorme
capacidad de irradiar cariño. Paseé por el centro, recorriendo las
diferentes zonas de esparcimiento: desde los campos de fútbol,
baloncesto y voleibol a la improvisada cancha de balón prisionero bajo
el porche pasando por los salones de juegos (uno para chicas y otro para
chicos) en los que el tenis de mesa y sobre todo el futbolín eran las
atracciones estelares. Cuando una amenazante nube eliminó de cuajo el
agradable sol vespertino, me senté en un banco bajo el porche con
Anchinesh y Buzuayezu, que dedicaron buena parte de la tarde a tejerme
una pulsera de hilos. Mientras tanto, Yabsera pasó la tarde en silencio
sentada en mis rodillas. Como después me aclararía Teresa, el mero hecho
de estar acompañada ya le alegró la tarde. Ojalá nosotros nos
conformásemos con tan poco o, bien pensado, ojalá tuviéramos tiempo para
tanto.
Poco
antes del pitido de Donato que marca la hora de volver a casa, una
"piedra perdida" impactó en la espalda de Buzuayezu. Aunque la cosa no
pasó del susto y de un puñado de lágrimas, seguía sin acostumbrarme a
que en cualquier mímina discusión entre los críos hubiera siempre algún
bofetón alguna patada alevosa o alguna piedra voladora.
[Escrito el 16/11/2013]
Enlace a la siguiente entrada: [Etiopía - 16] Enferma ("sick")
[Escrito el 16/11/2013]
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